Merecido homenaje_
Con gran emoción, más de una lágrima y un multitudinario aplauso, el salón de actos del colegio fue escenario del homenaje dedicado a dos compañeros que forman parte del colegio desde sus inicios, que han visto crecer esta familia educativa curso tras curso y que han llegado al momento de su jubilación.
Se escucharon palabras de agradecimiento por su labor, el trabajo realizado y su compañía en el largo recorrido de nuestro colegio y se les hizo entrega de unos regalos muy personales de acorde a sus gustos y pasiones por los viajes y la gastronomía. ¡Ahora sí que van a tener tiempo para recorrer el mundo!
Juan Miguel, magnífico profesor de matemáticas, responsable de nuestros primeros pasos con la informática en el colegio, el gesto y la sonrisa siempre amables y, sobre todo, un salvavidas en los momentos de necesidad y un armario lleno de todo lo que pudiéramos necesitar, especialmente, las llaves de puertas y pasillos.
Jose Antonio, sacerdote que ha acompañado a los alumnos y familias que han decidido celebrar la comunión y la confirmación en nuestro centro junto a las profesoras catequistas.
Ha sido compañero de largas tertulias sobre temas variopintos haciendo siempre gala de su sentido del humor. Nos ha acompañado en las semanas blancas como uno más del equipo, siempre colaborador y cercano. A lo largo del curso ha sabido encontrar tiempo para venir a visitarnos y pasar tiempo con nosotros charlando con alumnos y profesores. Esos días siempre han sido especiales.
Se hace difícil el momento de tomar la decisión de un cambio en nuestras vidas, terminar una etapa profesional para dar plena dedicación a la etapa personal y familiar, a sabiendas, de que el tiempo va a transcurrir a otro ritmo y en otros escenarios distintos a los que han constituido las costumbres laborales de toda una vida de dedicación a la enseñanza.
Este, que es su colegio, tendrá siempre las puertas abiertas para recibirles y compartir tantos buenos instantes que vivimos a lo largo del año. Les deseamos, con todo nuestro cariño, el disfrute pleno de los nuevos horizontes que les esperan.
Discurso de Despedida a Juanmi
Es posible que no sea yo, que llevo siete años en el colegio, la persona más indicada para hablar de ti, que eres aquí todo un referente y el más veterano de los veteranos. Sin embargo, creo que posiblemente pueda transmitir la impresión y la huella de aquellos que llevamos menos de una década en el centro, los más jóvenes, los que todavía andamos en nuestros veinte o treinta, si mis compañeros me lo permiten. Sin temor a equivocarme, es justo decir que para todos nosotros has sido una figura paternal, alguien que, desde su experiencia y su jerarquía, nos ha tratado siempre con delicadeza, confianza y magnanimidad.
Ello me lleva a hablar de dos momentos y dos constantes.
El primero sería un abrazo. Creo que no he recibido un abrazo más fuerte en mi vida que el me diste tras fallecer mi padre. Todavía soy capaz de sentirlo hoy, casi cuatro años después. Uno de esos abrazos que, cuando estás hundido en el dolor más profundo, te rescatan, te salvan y te reconcilian con la vida. Un abrazo cuya energía perdura y se percibe incluso con el paso del tiempo. Dicho abrazo es un símbolo muy oportuno de lo que los nuevos profesores hemos encontrado siempre en ti -los brazos abiertos, el cariño, la ternura- y también de una intensidad particular de sentimiento que te caracteriza.
De aquí podemos pasar a una de las constantes de prácticamente todos nosotros: las visitas a tu despacho. A cualquier hora, con cualquier asunto, siempre urgentes, siempre para ya. Jamás he entrado en tu despacho para pedir algo y me has dicho que volviera en otro momento. Todos sabemos que siempre dejas cualquiera de las mil cosas que esté haciendo para venir en nuestra ayuda. Ahí se refleja un extraordinario sentido del sacrificio, siempre dispuesto a salir en auxilio de los demás a costa de aplazar tus propios compromisos y obligaciones. No se me ocurre un mejor compañero de viaje que aquel que trabaja con una ética tan admirable y luminosa, la cual, desde luego, nos hace mejores al resto de nosotros.
El segundo de los momentos sobre los que pretendía hablar es aquella ocasión, creo que la única a lo largo de siete años, en que te he visto enfadado. Lo recuerdo por dos motivos: primero, porque la causa de tu enfado estaba más que justificada. Luego, por la manera tan elegante, prudente y respetuosa con que expresaste tu indignación. No había en ti ningún ánimo de ofender ni de señalar a nadie, sino tan solo la queja por el hecho de que algunos de nosotros no estuviéramos haciendo lo que pacientemente nos habías pedido. Me pareció entonces que tu bondad y tu disciplina de carácter estaban a un nivel que yo nunca había testimoniado y que esa manera tan noble de enfadarse habría de ser la que adoptáramos como regla en nuestras vidas.
El cuarto aspecto, la segunda constante, es tu locuacidad. En ti siempre hemos encontrado una persona abierta, un narrador tenaz, cuyas andanzas he escuchado siempre con interés y admiración. Hay algo de épica en tu vida y en tu forma de verla y eso se traslada tanto a lo que nos demuestras día a día como a tu interminable lista de anécdotas y vivencias, seguramente fruto de una vida inquieta, intrépida y plena. Esa locuacidad también se ha reflejado en tus mensajes “por si…” a través del correo electrónico, siempre cargados de buenos deseos y cariño hacia todos nosotros. Caeríamos en el error de considerarlo algo superficial y una mera formalidad. Las relaciones humanas nunca son neutras y cuando el afecto no está presente, lo que queda en su lugar es un campo abierto para la desconfianza, el recelo y el malestar. En este aspecto, tu fuerza de corazón ha servido siempre como inspiración, como marco de referencia, a la hora de guiar las relaciones entre todos nosotros.
Finalmente, he de decir que, si el valor de una vida humana se mide por la clase de personas que forman parte de ella, es evidente que tú eres una de las que hace que resulte más valiosa.
José Luis Fernández Canteli
Profesor de Lengua y Literatura
Iubilate (grita de alegría)
Para Juanmi, con cariño y gratitud
Ninguna retirada es un paso atrás.
Continuamente estamos avanzando.
Tú, más que nadie,
en permanente movimiento, sabes
que el horizonte siempre está a la espera.
Tú, más que nadie,
vences en cada segundo,
como el soldado que es consciente
de que la guerra se decide
no tanto en los momentos cruciales
como en el tiempo que los separa.
Te vas, y a la vez te quedas,
porque lo auténtico es duradero
y lo humano, incesante.
Aquí y ahora, aferramos tu ejemplo,
esa cadencia enérgica y sincera
que impregna las paredes de este colegio.
Aquí y ahora, aceptamos que los dones
también se pierden
y que hemos de aprender
a tener los nuestros propios.
Adelante, amigo, compañero:
que tu voz y tus pasos definan
nuevos escenarios, nuevos recuerdos;
que tu vida siga su aventura y su laberinto
y que nuestros oídos puedan conocerlos.
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