Llevábamos días disfrutando en las clases con los preparativos.
En todos los cursos hemos dedicado parte de la jornada a elaborar máscaras, dejando correr nuestra imaginación y empleando kilos de purpurina. “¡Profe, profe, yo quiero brilli brilli!”.
Todo es estimulante y colorido, todo nos motiva y emociona, y permite explorar nuestra creatividad.
De repente, llegó el gran día: el viernes de la celebración del Carnaval. Llegamos de la mano de papá o mamá al cole, pero ese día todos éramos distintos. Subíamos por las escaleras astronautas, dragones, cowboys, piratas, triceratops, princesas, superhéroes, rockeras, bomberos… ¡Qué divertido llegar a clase y vernos todos diferentes! Tampoco las profes estaban iguales. ¿Quién se escondía detrás de ese disfraz de Geppeto?
Al poco de llegar a las clases, nos dirigimos rumbo al Salón de Actos. Primero, nuestra presentadora favorita, la profe Bea, abrió el evento con ritmo y salero, y fue dando la entrada, una a una, a cada clase que hacía su desfile y baile con la canción elegida por su profesora… ¡Princesas, recogeos las faldas para subir las escaleras!, avisaba con cierta preocupación.
Ni tacones ni volantes, ni escudos o grandes caretas pudieron frenar ese ascenso al escenario…. ¡Con qué alegría y ganas de disfrutar fueron subiendo nuestros alumnos con sus trajes de fiesta! Siempre te sorprenden aquellos más tímidos que luego, una vez en el escenario, bailan y saltan como si el mundo fuera a acabar ahí.
¡Cómo nos gusta veros disfrutar así! Cerramos la mañana al ritmo de la famosa canción de Celia Cruz, cantando y bailando “No, no hay que llorar, que la vida es un carnaval, y es más bello vivir cantando…”.
La tarde traía mucha diversión y sorpresas: realizamos una gymkana de juegos súper divertida. Cada profe en su clase organizaba un juego, y los alumnos iban pasando de una a otra hasta realizarlos todos. El juego de la escoba, el limbo, dance and freeze, juego de las sillas…. Estos juegos clásicos que no pasan de moda y nos hacen estallar en carcajadas y soltar tanta adrenalina.
Cuando la tarde llegaba a su fin, ya un poco despeinados y con los complementos menos en su lugar, continuábamos bailando y riendo.
¡Qué gran día de Carnaval, cuánta diversión y cuańto color deslumbrándonos por cada rincón!
Síguenos en redes